martes, 25 de mayo de 2010

Manipulando las agujas


EL TIEMPO EN LA ANTIGUA INDIA
Para el pensamiento hindú, el hombre está sometido a las leyes naturales, y por ello es un ser que se ve sometido a cambios rítmicos, a ciclos que le llevan a pasar por vaivenes y altibajos, tal como se suceden y renuevan las estaciones, tal como se repiten las etapas de las grandes lluvias y de sequía. En cada etapa, en cada ciclo individual e histórico, el hombre comprenderá parte de su verdad.

La concepción hindú, que integra la idea de la reencarnación como necesidad de que el hombre se ponga a prueba y ejercite, a lo largo de innúmeras vidas y en diversas circunstancias y experiencias aquello que sueña, aquello que desea, hasta forjar en sí mismo una realidad más profunda y evolucionada, pareciera que ve al hombre como quien se desplaza sobre los acontecimientos y civilizaciones, aunque en el fondo concibe al tiempo como algo que corre bajo sus pies, de modo que las experiencias que se suceden en esta vida o en varias sirven a la comprensión profunda de la conciencia imperecedera del hombre interior, aquel que somos más allá de los ropajes que vamos adquiriendo en cada vida particular.

Para la mentalidad hindú, reflejo de una concepción filosófica oriental, más allá de lo cambiante, más allá de las edades (yugas) por las que atraviesa el hombre y las civilizaciones hay algo permanente, que es el verdadero ser; por lo tanto, lo cambiante está sometido al paso del tiempo, al desgaste de las formas y de la materia, pero lo imperecedero, el ser interior en el hombre, está anclado en un mundo eterno o más bien atemporal.


EL TIEMPO PARA LA ANTIGUA GRECIA
Según Platón «el tiempo es la imagen móvil de lo eterno», por lo tanto al expresarse en éstos términos podemos entender que no lo concebía como una dimensión estática y meramente objetiva. Platón recoge las ideas de otro gran iniciado, Parménides, pues las fuentes de su formación fueron las mismas: las antiguas Escuelas de Misterios. Admiten ambos por lo tanto la existencia de la eternidad, aunque ella está en relación con el «ser» o la esencia de los seres y objetos, en tanto que «la apariencia» de los mismos está en relación con el mundo de lo «temporal». El ser pertenece al mundo de las ideas, en tanto que nosotros tan sólo captamos las apariencias de las cosas, su existencia en el mundo sensible o manifestado.

Platón y Parménides creen en un mundo gradual, con múltiples niveles de plasmación o de realidad. El espíritu precisa del cuerpo para manifestarse, pero ambos, como toda la sabiduría tradicional, dan más realidad al espíritu que al cuerpo, en contra de la visión actual, y entre ambos hay una gradación de niveles de comprensión, de conciencia, que ha de retornar al hombre a descubrir su esencia.


EL TIEMPO EN LA ANTIGUA ROMA
Según expresa Séneca, en su libro «De la brevedad de la Vida» (Tratados morales) aleccionando a aquellos que temen morir jóvenes, o se apegan demasiado a la vida, «el pasado» ya no es nuestro pues lo poseemos tan solo en el recuerdo; «el futuro» aún nos es desconocido, por lo tanto, «el presente» es lo único de lo que disponemos, pero éste es tan fugaz como un instante. Para este gran filósofo, el tiempo no tiene valor sino en cuanto se hace buen uso del mismo, y aquellos que se lamentan de la brevedad de la vida son los mismos que despilfarran su contenido en vaguedades.

Cicerón, siguiendo la máxima «tempus fugit» y la practicidad romana afirmaba que «cada momento es único», y así el tiempo individual se engarza con un tiempo histórico, un tiempo colectivo que mide el paso y la plasmación de la humanidad en un determinado momento histórico. Para su concepción pragmática e histórica el hombre tiene un destino concreto que descubrir y realizar para poder llegar a «ser», y si no alcanza a realizarlo «deja de ser», pues habría desperdiciado su tiempo, su posibilidad histórica de plasmarse y dejar un legado para el porvenir. Su visión no es la de un mundo tan sólo individual, sino de realizaciones colectivas, y su concepción es la de un compromiso histórico que llevó al mundo romano a reunir culturas, religiones, idiomas, intereses, bajo un ideal común.


EL TIEMPO EN LA EDAD MEDIA
Para San Agustín, en cambio, más deudor de la corriente neoplatónica y de Plotino, el tiempo tiene una componente psicológica, «es la vida del alma» porque el pasado aún existe dado que podemos recordarlo; el futuro también tiene cierta existencia pues podemos anticiparnos a lo que sucederá, y el presente obviamente existe.

El tiempo dejó de ser algo objetivo o psicológico para ser marcado por los ritos, los rezos y las festividades eclesiásticas que, continuando lo que se había hecho en la antigüedad creaban un ritmo cíclico que se repetía cada año, acercando la conciencia en una espiral creciente hacia una captación trascendente. Así la idea de un tiempo lineal en lo teórico dio paso, en la práctica, a un tiempo cíclico que se repite eternamente tal como concebían las culturas milenarias y ancestrales.


EL TIEMPO EN EL MUNDO MODERNO
A partir de aquí, en cambio, tras la aparición del reloj mecánico en el siglo XIV y los primeros pasos científicos en el siglo XV, desaparece una visión subjetiva del tiempo, y es a partir de Galileo y Newton cuando la mecánica clásica lo concebirá como un valor matemático, como algo fijo, absoluto y medible, que puede conocerse por experimentos, cuya realidad no precisa relacionarse ya con el movimiento para ser medida, y que existe desde el fondo de los tiempos hasta la eternidad, como algo ilimitado e inamovible, constante como un tic-tac que no pudiera parar.

Ya en el mundo moderno, E. Kant afirma que el tiempo no tiene una realidad fuera de nuestra mente, nosotros somos los que ordenamos nuestras percepciones del espacio y de los objetos según una sucesión temporal propia y subjetiva, que ya existe a priori en nosotros, y que no comprendemos por experimentos o por la experiencia, sino que es una intuición pura previa a la sensibilidad que capta el entorno. Del mismo modo que comprendemos lo que está arriba o abajo, relacionamos los acontecimientos en un antes y un después de modo natural.

Para Hegel, como idealista, el tiempo ya no se considera como un valor ni un marco fijo e inamovible, sino como un camino a través de lo temporal, un devenir que percibe la propia conciencia del hombre y de las civilizaciones para ir acercándose a plasmar la Idea, el Espíritu.


EL TIEMPO EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Llegados a nuestra época contemporánea, y como único fruto posible de un mundo frío y mecánico, las ideas sobre el tiempo pasan por personajes como Heidegger y su postura de que el tiempo del hombre es limitado, pues «es un ser para la muerte», un ser temporal. Para él, el tiempo no es como un fondo fijo y preexistente, sino algo que concibe el propio ser por el carácter de temporalidad que tiene, pues su mayor posibilidad es la muerte.

Pero es el filósofo francés Henri Bergson quien planteó claramente la subjetividad del tiempo, dando un salto cualitativo en las concepciones anteriores. Para él, hay un tiempo uniforme, objetivo y continuo, del que podemos medir su duración mediante los relojes, y hay un tiempo auténtico -el único verdadero-, que tiene una «duración real» que conforma la propia vida interior.

Frente a la mentalidad positivista que cree tan sólo válido lo que puede ser mensurable, y que estructura los campos del saber en torno a una visión experimental, excesivamente materialista y determinista, en la que la ciencia adopta el papel de tabú, Bergson contrapone su visión de un tiempo no externo, no falseado, que mide la vida interior de la conciencia. Para las ciencias, el tiempo (t )es una magnitud concreta de valor positivo o negativo (+t ó -t) pero el tiempo que comprende nuestra intuición no es estático sino dinámico, no señalado por magnitudes fijas, sino más cualitativo que cuantitativo, no determinado sino fruto de nuestra libertad de sentir.

Pero la verdadera revolución en las concepciones sobre el tiempo se debe a la genialidad de Albert Einstein, al introducir su concepto del espacio-tiempo.

A partir de Einstein y su teoría de la Relatividad general, el tiempo ya no es una magnitud absoluta sino relativa que varía en función de quién y bajo qué circunstancias se mida. No es tan sólo que la percepción subjetiva que tenemos de la duración de un acontecimiento sea variable, sino que como magnitud física el tiempo es variable, está también en función del sujeto que la experimenta, dependiendo de la velocidad a la que se mueve, y en relación con la masa de los objetos, de la posición estática o en movimiento de quien lo mide, de su posición cercana a una masa gravitatoria o alejada de ella, y en todos estos casos precisos relojes marcarán desfases constatable, aún siendo pequeñísimas fracciones de segundo.

Así, son hechos ya constatados que el tiempo transcurre más lentamente si se mide cerca de una gran masa gravitatoria (en un rascacielos los relojes situados en la planta baja van más lentos que los situados en las últimas plantas). El tiempo a grandes velocidades (próximas a la de la luz) también se ralentiza. Einstein terminó con la concepción de un tiempo absoluto.

La ciencia contemporánea comenzó entonces a trabajar con dimensiones más allá de nuestro espacio físico. Se comenzó a hablar de hiperespacios con decenas de dimensiones y a calcular matemáticamente sus intrincadas ecuaciones, que permitían desarrollos de las propiedades físicas existentes en ellos, aunque no siempre fueran fáciles de comprender sus resultados, por la dificultad de imaginarlos.

La concepción del mundo se hizo más holística, como apuntaba Fritjof Capra e Ilia Prigogine, y las ciencias exactas se acercaron a las humanidades.

Científicos como Roger Penrose y Stephen Hawking desarrollaron las ideas básicas de Einstein, y así se comenzó a hablar de los agujeros negros como de posibles puertas hacia otras formas de materia o de antimateria, si se pudiera salir vivo de su tránsito. Se investigaron las concepciones de Einstein y Rosen sobre la posible existencia de puentes entre puntos distantes de nuestro universo, como agujeros de gusano, que podrían ser también pasos hacia otros universos paralelos, hacia otros mundos ya fueran simultáneos o regidos por otras medidas de tiempo, y se investigaron los posibles puentes hacia otras dimensiones no tan sólo físicas sino concienciales.

Cuando Gamow lanzó la idea del origen del universo a partir de una primera explosión, del big-bang, se planteó también la idea de que todos los acontecimientos anteriores a él no pueden tener relación con nuestro espacio-tiempo. El tiempo comienza para nosotros en el momento en que sucede el big-bang, hace unos 15.000 millones de años, y a partir de ahí el universo comenzó a expandirse y a existir.

¿Qué hubo antes de ese inicio? Tal como afirma S.Hawking, poco podemos decir de lo que ocurrió antes, o en el mismo momento en que comenzó nuestro tiempo, pues antes de esa singularidad, en que el universo era como una masa muy densa y caliente, el concepto de tiempo no tiene sentido para nosotros.

12 vidas en color azul

Hagamos ruido. Para no escucharme. Sí, esto de la convivencia es algo difícil, más aún cuando debes socializar con tu otro yo solamente en tiempos de guerra.
Por los que intentaron y nunca pudieron, bienvenidos al pseudo-apogeo de mi autoestima. El apogeo de la belleza intelectual.
Voy a reposar sobre el frío de mis recuerdos, buscando el calor de las experiencias, y recién allí podré descansar. Es algo confuso, es que me siento tristemente satisfecha. Me encontré conmigo después de tanto avanzar en retroceso, pero era la persona equivocada. Absolutamente todo me roba una sonrisa, resignada.
Voy a desmaterializarme en pleno vuelo y regaré de cenizas tu jardín. Dejaré fluir mi maldad en estado puro y me echaré a reír luego de dos sorbos de café.
Voy a vendar mis ojos hasta que mis palabras lo hayan destruido todo y voy a amarrar mis manos hasta que mis pies hayan caminado lo suficiente.
Es todo lo que tengo.
Con desesperación intenté escuchar lo que no dijiste. Estuve detrás de lo invisible todo este tiempo, esperando a ser descubierta.
Siento no haber sido lo que esperabas, pero prometo volver cuando lo logre.
Aunque tenga que mirarte de lejos esta vez y hacerte presente en mi desde un suspiro de viento.
El arte que encontré en el caos, nos hará esclavos de lo imposible; pero nuestra rebeldía de oponernos al resto, nos unirá cada vez más.
No te olvides, somos uno, dos, tres; paralelos y efímeros de color cristal.
Tu visión, no es mi visión, y tu paz será mi paranoia.
Dulce pero amarga, nace desde la venganza mi humilde decadencia.
¿Me equivoqué?

domingo, 23 de mayo de 2010

Tercera composición



Hoy te busqué. Aseguro, dolió. Te busqué en silencio, como cuando uno se reprocha o se arrepiente.
Llegué a una conclusión: No se en qué me equivoqué, pero acá estoy, dispuesta a afrontar las consecuencias; aunque no me correspondan.
Insisto, caería una y mil veces con tal de no volver a sentir así.
De todas formas, mi propia ira me aletarga, porque siempre fui yo, y solamente yo, la que me escuchó durante todos estos años, y nadie, supo levantarme como yo solamente aprendí después de tanto tropezar.
Podríamos llamarlo vanidad, sí, vanidad. He comprendido que debo valorarme. Ecos de furia, confusión, conformidad, todos ellos rebotaron en mi cabeza, todos los estados y emociones me abordaron repetidas veces; creí conocerlos todos. Todos los pensamientos me torturaron, como el rencor tortura al alma; y fue allí que cuando todo se destrozó a mi alrededor, frágil, pero no derrotada, yo seguía en pie.
Sé que se sería una lástima que me vaya antes de tiempo. Aunque vos estás queriendo que yo me consuma de a poco.
Ahora me voy a dormir, a ahogarme un poco entre las sábanas, pues nada más relajante y perturbador que los sueños de mi razón. Seguramente voy a imaginarte, respirando entre mis fantasías. Lo sé, estoy acariciando la locura.
¿Qué mas puedo hacer?, intenté aceptarlo, intenté escaparme; si vamos al caso siempre me escapo. A veces asiento: "Lo que no me mata me fortalece", hasta que algo definitivamente intenso acabe conmigo de una vez.
Lo único que puedo decir, en este acto de sinceridad, es que lograste convertirte en una pieza más de este rompecabezas; algunos mañanas después te recordaré como quien quiso que así fuera, obviamente, como siempre, no como yo lo deseé.

Me escapé una vez más, y volví a caer con tal de no sentir así otra vez, estoy sepultando una realidad que no quiere ser mi cómplice; pero ¿saben qué?, de esta manera soy feliz.
Sigo navegando contra la corriente, como quien va directo a su propio final.

Ahora mismo estoy descolgando el teléfono para llamarte. ¿Lo ves?, volví a pecar.


Mi Doppelgänger






Doppelgänger es el vocablo alemán para el doble fantasmagórico de una persona viva. La palabra proviene de doppel, que significa "doble", y gänger, traducida como "andante". Su forma más antigua, acuñada por el novelista Jean Paul en 1796, es Doppeltgänger, 'el que camina al lado'. El término se utiliza para designar a cualquier doble de una persona, comúnmente en referencia al "gemelo malvado" o al fenómeno de la bilocación.
También se utiliza para referirse a un individuo que posee una sensación de total y absoluta identificación o semejanza con un ente ficticio, llámese personaje de literatura, televisión, historietas, etcétera.

Los Doppelgänger aparecen en varias obras literarias de ciencia ficción y fantasía, en las cuales son un tipo de metamorfo que imita a una persona o especie en particular por alguna razón, generalmente nefasta.
En las leyendas nórdica y germánica, ver el propio Doppelgänger es un augurio de muerte. Un Doppelgänger visto por amigos o parientes de una persona puede a veces traer mala suerte, ser un mal augurio o una indicación de una enfermedad o un problema de salud inminentes. Según escribió el dramaturgo sueco Strindberg, El que ve a su doble es que va a morir.
Los Doppelgänger del folclore no proyectan sombra y no se reflejan en espejos ni en el agua. Se supone que dan consejo a la persona que imitan, pero este consejo puede ser engañoso o malicioso. En raras ocasiones, también pueden inculcar ideas en la mente de la víctima o aparecerse a amigos y parientes, creando confusión.
Mario Praz conecta con la figura del Doble otras populares en el folclore, como el Hombre Lobo o la muchacha hermosa que oculta en su interior una serpiente o demonio (Lamia). Claude Lecouteux explora estas y otras conexiones (hadas, brujas, hombres lobo) en su libro sobre la figura del Doble en la Edad Media.En la literatura anterior al romanticismo el tema del Doble aparece prefigurado en el tema del sosias o de los gemelos, utilizado para lograr un efecto cómico en obras como las comedias sobre Anfitrión de Plauto o Molière o La comedia de las equivocaciones de Shakespeare. También aparece en la mitología: Zeus toma la apariencia de Anfitrión para unirse a Alcmena, y otro tanto hace Uther Pendragon, convirtiéndose en un doble del marido de Igraine para yacer con ésta.
El romanticismo se interesa por el fenómeno del Doble como materialización del lado oscuro y misterioso del ser humano (lo que Jung llamará la Sombra). Mario Praz sugiere que cuando el público llama Frankenstein a la criatura del doctor Frankenstein no está tan equivocado como parece, pues el monstruo es de algún modo un desdoblamiento de su creador.6 En Los elixires del diablo, de E. T. A. Hoffmann, Medardo, el protagonista, sufre la persecución de un Doble que en ocasiones es corpóreo, pero otras veces parece una parte escindida de la psique del propio Medardo. Es probable que en su estudio de la literatura psiquiátrica de la época (o en sus visitas a manicomios) Hoffmann topara con casos que hoy se catalogarían como esquizofrenia. Su propio estado mental llegó a ser muy confuso durante la redacción de la primera parte de la obra, que tuvo para él un efecto terapéutico.
Robert Louis Stevenson toma de Hoffmann el tema de un bebedizo o pócima (los elixires del diablo en la obra del alemán) que convierte a quien la toma en una versión maligna de sí mismo en El Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Hans Christian Andersen propone una versión alegórica del Doble en su relato La sombra: un sabio delega en su sombra ciertas responsabilidades, cada vez mayores; finalmente, se trocan las tornas y la sombra usurpa la personalidad de su antiguo amo.
El relato de Poe William Wilson tiene la originalidad de que en él el Doble no encarna las tendencias malignas del protagonista, sino la voz de su conciencia.
En Rayuela, novela del escritor argentino Julio Cortázar, el protagonista llama irónicamente a un personaje su Doppelgänger debido a una curiosa simetría que se establece entre ellos en varios aspectos de su vida. Casos famosos del fenómeno Doppelgänger
Las supuestas apariciones públicas del Doppelgänger de Emilie Sagée, una maestra de escuela del siglo XIX, fueron registradas por Robert Dale Owen, después de que Julie von Güldenstubbe diera a conocer el caso.
Guy de Maupassant registró sus experiencias con su Doppelgänger en su historia ¿Él?.
Percy Bysshe Shelley afirmaba haber conocido a su Doppelgänger, que se le apareció para presagiarle su propia muerte.
John Donne, el poeta metafísico inglés, conoció al parecer al Doppelgänger de su esposa en París, que le presagió la muerte de su hija, aún no nacida.

Emilie Sagée
Robert Dale Owen se encargó de poner por escrito el singular caso de Emilie Sagée. Él se enteró de esta anécdota por Julie von Güldenstubbe, una aristócrata letona. Von Güldenstubbe afirmaba haber visto en el año 1845-46, a la edad de 13 años, junto a un grupo de entre 13 y 42 niños, al doble de su maestra francesa de 32 años Sagée, a plena luz del día, dentro de su escuela (Pensionat von Neuwelcke). Las acciones del Doppelgänger de Sagée incluyeron:
Hacer como que escribía y comía, pero sin nada en las manos.
Moverse independientemente de Sagée, y permanecer quieto mientras ella se movía.
Aparentar estar en perfecta salud mientras Sagée se encontraba muy enferma.
Aparentemente también el Doppelgänger ofrecía resistencia al tacto, pero era incorpóreo (dos niñas pasaron a través de su cuerpo)
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